sábado, 3 de enero de 2009

La Real pesadilla

Advertencia

El siguiente artículo no hace apología de ningún sistema político sino que analiza y critica única y exclusivamente la actitud lameculista y vasalla de determinados medios y personas hacia la Monarquía. Aunque el lector pueda, o quiera, deducir de este texto un punto de vista republicano que sepa que las actitudes aquí criticadas son exactamente las mismas que se dan en repúblicas como Estados Unidos o Corea del Norte, países cuyos jefes de Estado, son idolatrados con la misma absurda pompa que nuestras borbónicas cargas.

Sepa también que si mis orientaciones políticas personales son antimonárquicas al 200%, en este texto las dejo aparcadas para ser lo más objetivo posible.

Comencemos

Desde que era yo muy pequeño llevo viendo en televisión a unos seres que realmente me importan bien poco, pero de los que los medios de comunicación se han emperrado en que deben importarme. Se trata, cómo no, del Rey de España, de su padre, de su madre, del violín que le robaron a la susodicha, de su esposa, de su hija, de su otra hija, del caballo que lanzó por los aires a esta última, de su hijo, y, últimamente, de los ni se sabe cuántos hijos de sus hijos. Resulta que España es un país tan avanzado y envidiado en el mundo entero que el tipo de lectura que vence a los vientos y mareas de las ventas no es otro que la prensa rosa y por su puesto, en el aspecto de los mencionados seres, la prensa rosa es un asunto de Estado.


¿Por qué razón es un asunto de Estado? Pues partamos de una base muy sencilla y es que la institución monárquica no es más que un símbolo, sí, así lo pone en las sacrosantas tablas de la ley de Moisés, ups!!, perdón, fue un lapsus, quise decir la Constitución Española de 1978. Como tantos otros símbolos su función se basa en una imagen y, por tanto, cada sonrisa, cada estrechón de manos, cada mensaje navideño, cada visita y cada tontería que hagan se convierte de nuevo en una cuestión política. Resulta por tanto bastante repulsivo y hasta vergonzante ver a todos los perritos falderos de este indigno país desfilando ante las cámaras de televisión para mostrarnos el volumen de heces reales recopiladas por sus lenguas. Hasta tal punto llega el culto a la personalidad de esta gente tan anodina que, al día siguiente de haber nacido la primogénita del príncipe Felipe, y mientras buscaba yo unos libros sobre la Hispania Prerromana en FNAC, comprobé que no solo era casi imposible encontrar libros de ese tema pero ya había, sin embargo, un buen número de libros sobre la susodicha recién nacida. No quise indignar a mis ojos ni a mi estómago ojeando semejante libro pero aún así quedé intrigado por cómo un bebé de menos de 24 horas de vida independiente de su cordón umbilical puede dar tema suficiente para escribir un libro tan grueso como aquel... y no creo que hayan hecho uso de las viejas y cutres trampas de poner muchas fotos y escribirlo todo con Arial 60.


Hace poco en televisión, como en tantas otras Navidades, fue retransmitido el cabeza de la familia más cara de España recitando su tradicional discursito. Sinceramente creo que hay que estar un poco cegato para no darse cuenta de que dicho discurso lo está leyendo en un cartón detrás de las cámaras, se nota perfectamente por la mirada perdida de quien recita, la parsimonia con la que habla y porque se nota que está perfectamente estructurado, es decir, que ha sido redactado y corregido mil veces. Por su puesto nunca rebajaría mis oídos al tan lamentable espectáculo del mensagito navideño pero resulta que cada vez que el Rey o su familia dice algo, se ponen de parto o se tiran un pedo, la repercusión de dicho suceso alcanza una dimensión casi orwelliana y es imposible no enterarse. El mensaje fue como siempre una catarata de tonterías sin fundamento ni fondo ni forma, escrito por alguno de los miles de asesores de imagen de la Casa Real acostumbrados a la pompa y a escribir palabras bonitas.


Esto lo digo ahora que la cosa está un poco más calmada pero hubo una época en la que la estupidez generalizada sobrepasó todos los límites habidos y por haber. Fue el momento en el que el hijo del Rey encendió la tele cuando daban las noticias y le dijo a su papi “me quedo con esta”. A partir de entonces todos los periódicos nacionales, locales, etc se transformaron en versiones sin grapas del Hola y de Qué me dices y las noticias, cómo no, se transformaron en copias exactas del Tomate. Nuestro país, que en su día adoleciera del despotismo ilustrado, en ese momento lo hizo del marujismo iletrado, y digo bien pues no hay más beata de trajes y fotonovelas borbónicas que nuestras inextinguibles Hispanis Marujensis, unos seres capaces de soportar lluvia y frío solo para ver como esos insípidos principitos les saludan mientras en secreto se ríen de sus pensiones desde su Rolls Royce. En algunos ayuntamientos incluso se llegaron a instalar monitores gigantes de televisión para que no nos perdiéramos ni una legaña principesca en el momento del “sí, quiero”. Aún así ninguna cámara ni ningún periódico pudo en su día registrar el resto de la frase, aquellas palabras que siguieron al “sí, quiero”, unas palabras que, por normas del protocolo, quedaron en la mente de la ahora princesa y jamás fueron pronunciadas. Mucha gente, en cambio, supimos qué palabras eran: “quiero dinero, lujo, poder, adeptos sin cerebro...”, etc.


Yo sinceramente veía con buenos ojos a la susodicha Letizia cuando no era princesa, es decir, cuando vivía de su trabajo y no del de los demás. La veía bastante atractiva pero por lo visto todo era una ilusión pues llegó el día en que dejó de presentar las noticias y comenzamos a verla de perfil y la verdad es que no había visto una cara más angulosa y puntiaguda desde que vi a la bruja de Blancanieves cuando era un niño. Eso sí, que no se entere de que opinamos esto no vaya a ser que le de por hacernos financiarle otra operación de estética.


Entre tanto adepto lobotomizado quienes con más ahínco hunden sus rodillas en el suelo cuando se arrodillan no son otros que los masoquistas profesionales, los que matan y mueren por un trapo rojo y amarillo, es decir, los militares. Resulta que en España hay unas carencias increíbles en el sistema educativo público y el resultado de esto es una masa enorme de niñatos sin estudios que no saben hacer la O con un canuto. ¿Dónde van a parar? Pues a una empresa que en realidad es la filial de una funeraria, es decir al Ejército. Allí no solo se les enseñará a tener erecciones con la enseña nacional sino, además, a adorar a un nuevo panteón de dioses inalcanzables que no son otros que los habitantes de la Zarzuela. Puedo deciros que conozco a más de un militar que me contaba emocionado cómo el jefe de Estado le dio la mano a un amigo de un amigo durante una formación. Puedo asegurar que se le llenaba la glotis de emoción cuando recordaba los comentarios futbolísticos del monarca con los que intentaba ganarse al pobre palurdillo que tarde o temprano iría a matar o morir por las acciones en bolsa de su monárquico inversor. Se trataba sin duda de una escena de gran patetismo, de unos seres que ven el sentido de sus vidas en toda una catarsis de hombría cuando al final son manejados con la misma facilidad con la que un pederasta habla de videojuegos a los niños para hacer lo que quiera con ellos. Fuera de este burdo tira y afloja emocional se sitúan aquellos que creen haber articulado un pensamiento político propio pero que, sin embargo, solo se dedican a hacer pasar consignas desde sus oídos teleadictos hasta sus bocas sin el imprescindible paso intermedio por el cerebro. Puedo aseguraros de nuevo que conozco casos así y se trata de gente que asegura que si el rey no hubiera sido amigo personal de Hasan II y nunca hubiera ido de viaje a Marruecos para echar un dominó con él, esa gran superpotencia militar que es Marruecos hace tiempo que nos habría invadido. Tras leer esto último es decisión tuya si te suicidas por asco o por vergüenza ajena pero que sepas que esa es la versión oficial de la política exterior española según nuestros prestigiosos y profesionales medios de comunicación.

Otros de los tontos felices que pueblan el basto solar de estulticia hispánica son los conformistas de mentes simples, aquellos que, también en sintonía con los bebés, son capaces de llevarse bien con cualquiera que les sonría un par de veces. Hablo por su puesto de la gran cantidad de seres inmaduros que aman al rey simplemente por ser campechano y simpaticote. Con gente de este calibre decidme por favor si no es cierto que la democracia es una utopía inalcanzable, decidme si es o no un error presuponer que la mayoría, solo por el hecho de ser mayoría, está capacitada para tomar decisiones. Tan solo hace falta que te saltes el férreo control de tus guardaespaldas y le acaricies el lomo a tres catetos impresentables y ya tienes a todo un país a tus pies. Si por un casual estáis pensando en tomar el poder algún día y pretendéis vivir de estos golpes de efecto os recomiendo otras estrategias Made in Zarzuela:

1. No permitas que nadie diga nada malo de ti, a ser posible ponlo por escrito en algún texto constitucional. Cuando el descontento contigo crezca siempre puedes aflojar un poco la mano, como ocurre actualmente con algunos medios, pero siempre puedes argumentar que es una prueba de tu paternal magnanimidad.

2. Haz que todos los medios de comunicación te idolatren. Si eres jovial y simpático, es que eres un tío muy campechano, si por el contrario tienes mala leche, es que en realidad tienes carácter y derrochas humanidad por encima de los protocolos. Si tu mujer odia la tauromaquia es porque ama a los animales, si por el contrario eres un aficionado a los toros, es que llevas la cultura española en cada célula de tu organismo.

3. Si te vas de viaje para hacer tratos comerciales privados y cargas los gastos al contribuyente, es que en realidad eres nuestro mejor embajador que con cada sonrisa eleva la imagen de su pueblo en los foros internacionales.

4. Acaricia de vez en cuando el lomo de tus súbditos, no te preocupes, no hará falta que les des huesos más grandes ni menos roídos, solo seres más dignos, como por ejemplo los perros, serían capaces de morderte si no los alimentas mejor. En cambio tus súbditos levitarán de felicidad solo con un estrechón de manos.

5. Apréndete la fórmula perfecta, es decir, reina pero no gobiernes. De este modo te podrás acomodar entre los cojines del glamour medievalesco y, mientras sigues siendo una figura política, todas las culpas se las va llevando tu primer ministro o, como le llamamos en España, presidente del gobierno.

6. Haz que tu prole crezca como en las madrigueras más atestadas. De todos es sabido que los niños y los animales son lo que más vende... pero por muy feo que seas, ningún perro puede llevar tu cara.

7. Haz de plañidera. Por indigno que pueda parecerte, toda catástrofe con miles de muertos es una ocasión propicia para que vayas con cara de melodrama brasileño a “consolar” a supervivientes y familiares de víctimas. El efecto emotivo será tan fuerte que nadie será capaz de imaginar que lo haces interesadamente... y si no me crees busca críticas a esta sucia costumbre.

Por último decirles a todos ustedes que ya pueden ponerse los monarcas a repartir solomillos en el Metro de Madrid porque lo que es a mi me seguiré pasando por mi súbdito escroto cuanto circo mediático monte el ejercito de asesores de imagen de la casa real.

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